Páginas

martes, 25 de octubre de 2016

La vida continúa.

No importa cuántas salidas hagas, cuánto dinero inviertas, qué tantos restaurantes conozcas o cuántos viajes realices, si al final del día no tienes una pizca de amor por quiénes te construyen una sonrisa cada mañana, tu vida está vacía, sin importar cuántos likes recibas en cada publicación y sin importar cuánta gente al parecer te envidie.

Dicen que la felicidad está en que te amen, pero se equivocan, la felicidad está -por sobre todo- en amar ¿por qué? porque sólo entonces nos sentimos realmente vivos; ayer escuchando a Natalia Nieto concordé en que hay que dar gracias por sentir, por reír, por llorar, por sufrir, por ser feliz. Que bueno que no somos unos robots que van sin pena ni gloria fingiendo que viven, que bueno que podemos desahogar el alma en las noches cuando nos sentimos mal, que bueno que somos capaces de decir: Hoy me siento triste.

Con frecuencia noto que nos da verguenza aceptar nuestros duelos, que nos encanta hacerle creer a la gente que todo marcha bien aunque algunas veces seamos más llanto que sonrisa y por eso hoy estoy aquí para decir que hay un tiempo para todo y que eso incluye buscar a alguien de confianza, que nos aconseje y decir: necesito ayuda, estoy teniendo un mal día, un mal mes, un mal año ¡Lo que sea, pero decirlo, admitirlo!.

Fingir en redes sociales que todo en nuestras vidas es un sol de la mañana, resplandeciente, único y envidiable tiene varias consecuencias, la más grave: el autoengaño, está bien no querer mostrarse débil, pero es un absurdo querer posar todo el tiempo de feliz, cuando es evidente que cada ser humano tiene sus luchas.

Mi mejor consejo en los malos momentos es guardar silencio público, no hacer de la ocasión un show, ni querer encontrar auto-conmiseración en los amigos virtuales, es mucho más digno que mostrarle al mundo una felicidad ausente o peor aún: dejar ver centímetro a centímetro la herida por la que pasamos. (Y se los digo por experiencia)

Cuando todo parezca no tener una salida pronta, hay que llorar, hay que orar, hay que dejar de cuestionarse, hay que dejar de pensar que la vida es injusta, porque créanme, no hay nada en esta vida que no tenga un objetivo, que no tenga una razón de ser, si ahora es un mal momento, mañana entenderemos por qué y para qué debimos pasarlo.

Crecer en medio de los malos días es lo único que nos queda, dar gracias por lo bueno, por lo malo, por aquello que nos hizo felices y por aquello que nos hizo tristes. Sí, la gente a veces nos falla, pero perder la esperanza en medio de un camino en el que no podemos simplemente sentarnos a llorar es lo peor que podemos dejar que suceda, alguien me dijo hace unos días que "la vida continúa, con o sin ti" y no hablo de otros, hablo de uno mismo.