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lunes, 4 de julio de 2016

En los momentos de fuego

Si alguien en algún momento nos hubiese sacudido y mostrado el mundo tal cual es, si desde siempre supiéramos lo que se siente amar desde adentro…si no hubiésemos aprendido a sufrir por nimiedades, quizá tuviésemos el valor de amar bonito.

Crecimos con la impresión de que el amor dolía y en consecuencia a nuestras ideas equivocadas, pareciera que camináramos en la búsqueda del sufrimiento del otro, justamente en aquello estúpido, cometemos los errores más obvios, más advertidos, los que más sabemos le afectan al que tenemos en frente, somos egoístas, perpetuamos la idea que nos vendió el mundo rezando en cada acto que “quien se enamora pierde” y en el desencuentro con el amor nos dimos cuenta el valor que tienen los buenos días al lado de esa persona que decimos amar.

Valoramos más cada beso, cada abrazo, enmarcamos los momentos en los que sentimos en cada centímetro el alma del otro, sonreímos a oscuras antes de dormir haciendo declaraciones potentes: en medio de los días más negros también es posible brillar por dentro y cuando esto sucede la luz que se irradia es inigualable.

Sin embargo hace falta aceptar que muchas veces perdimos el sentido del respeto, algunas veces es culpa del desleal, otras, de quien perdona a medias y reprocha los errores, de quien mortifica recordando la herida, de quien recuerda aquel motivo en medio, cuando se pierde el respeto surgen formas equivocadas de amar, quizá porque se confundió el camino y realmente cuesta mucho recuperarlo.

Llegan las culpas, algunas las echamos, otras las sentimos, generalmente prevalece la falta de amor propio, el poco valor de irse o quedarse –de forma contundente- cuando haya que hacerlo, la falsa idea de que “el mundo está podrido” y justamente es esta idea, la idea de ya no creer en lo bueno lo que desata lo peor de cada uno: la inseguridad, el temor, la falta de esperanza frente a lo que muchos presumen pero pocos tienen: amor.

A veces somos tan sumamente inmaduros cuando amamos y se siente tan utópico hacer lo correcto en los momentos de fuego, desaprendimos en segundos lo que nos ha tomado años y lágrimas aprender, somos maestros en derribar lo que con tanto esfuerzo hemos creado, pero sin duda lo más doloroso es que nos hemos quebrado en el despropósito de ser impulsivos, de no pensar las palabras, de no medir los golpes.

Nos unen los buenos días, pero sobre todo el sentimiento de que somos mejores cuando estamos con ese “alguien”, de sentirnos ganadores, como con un triunfo en las manos, nos une la idea de saber que podemos ser ese diferencial de una sociedad que no cree en un “por siempre”, vivimos, aunque mucho lo neguemos, con la idea de ser la heroína o el héroe del cuento no por ganar protagonismo sino con el mero objetivo de demostrarse y demostrarle a otros que amar hoy en día sí es posible, sí es viable, sí hace bien y sí es positivo, muchos queremos ganarle la batalla al maldadoso que nos hizo creer que el amor es para tontos, queremos contarle a nuestros pasados fallidos, a las cicatrices nuestras y a las de otros que tanto error nunca fue en vano, pero claro, ante todo queremos ser felices junto a ese “alguien” porque sí, porque cada uno de nosotros lo merece.

Pero por mucho que suframos, por muy malos días que tengamos, hay noches como las de hoy en las que un par de seres como tú, como él/ella o como yo, somos capaces de reconocer lo bueno en medio de lo que no parece tener mucho a favor, quizá sí fallemos constantemente, quizá nos falte la vida entera para llegar a tan siquiera entender cómo es que se ama, probablemente mañana cometamos el mismo error o peor: uno diferente, uno que duela más, uno que creamos imperdonable, pero lo cierto es que cuando dos sonríen, cuando en medio de la lluvia dos se intentan encontrar en medio del dolor, cuando dos saben mirarse sin odio por todo lo sufrido, cuando dos intentan perdonarse sin intrigas y sin malas intenciones, sin duda alguna están destinados a conocer la victoria, simplemente porque a veces, dos reconocen ser humanos y allí es donde posiblemente empiece el milagro.

El amor también surge genuino en medio de las fallas, pero cuando es real ilumina no ensombrece, quienes conocen amores muy grandes, saben que siempre lleva algo de sacrificio, entienden que en algunos momentos nos tendremos que despojar de ideas que traemos desde siempre, que en otros reforzaremos nuestras convicciones, pero que al final del día sentiremos que crecimos, que avanzamos, que por muy cerca o lejos que estemos del objetivo encontraremos el camino para estar bien, con ese alguien y consigo mismo.


La única respuesta a esas preguntas que hacemos mientras lloramos o reímos, mientras intentamos entender lo que de verdad a veces es inentendible es que el amor cuando es, simplemente se rescata, se elige y se transforma. 




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