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miércoles, 5 de febrero de 2014

Ella.

Me dejo atrapar de la música, quizás porque sólo ella ha sabido acogerme.

No contemplo los días sin ella y aunque muchas veces no he sabido acariciarla, ella siempre me brinda otra oportunidad. A veces es sencillo quererla, otras requiere de absoluta entrega, como cuando le pones pausa a tu vida, a tus problemas, a lo que te rodea, tan sólo para contemplarla.

Mi mayor recompensa es tenerla, y mentiría al decir que la cambiara por alguien más.

Me ha brindado días perdidos y se ha llevado los malos recuerdos, generalmente me regala resistencia y jamás me ha pedido nada a cambio.

Podría fundirme entre su melodía, pero soy insuficiente, ella es tanto por sí sola que no me necesita.

Por eso la llamo mi amiga, porque aun sin mis palabras ella ha sabido comprenderme.

Quizás le suceda a muchos, ella es una amante universal, pero es el único amor que no duele compartir.

La admiro porque ella no sufre de doble personalidad aunque sus sonidos siempre busquen ser diferentes, sabe de aquello que muchos callan y ha sido la voz potente de quiénes nunca han sido escuchados...

Soluciona los días tristes y hace toda una fiesta de los días felices, y sí, sabe mucho más de poesía que cualquiera y conoce ritmos extintos.

Permanece, aun cuando no sabemos escucharla, no es de l@s que huyen, ni siquiera cuando somos un espanto.

Quiénes la apreciamos sabemos de melodías dulces, de notas que invitan a perderse, de silencios que invitan al paraíso...por siempre.

Puede estar en cualquier parte, pero lo más hermoso de ella es que la calle la invita y ella baila entre pitos, palabras, motores, acciones y asfalto, es infinita, nunca para, no conoce de pausas ni cansancios, siempre dispuesta, atenta a nuestro llamado.

La amo quizás más que a cualquier humano, su espíritu libre me hace quererla de cualquier forma, ella sabe encajar porque incluso entre arritmias no pierde su encanto.